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El ejercicio físico: un aliado contra el estrés

A día de hoy, en nuestro país, el fisioterapeuta y el preparador físico no están autorizados para prescribir ninguna prueba diagnóstica, así como tampoco un tratamiento farmacológico, pero esto no les exime de establecer una serie de pautas que el paciente raramente sigue. Esta es una de las grandes luchas de estos profesionales, ya que hacer consciente al paciente de la necesidad del movimiento es una ardua tarea.

Si nos paramos a analizar el cuerpo humano, podemos observar cómo toda la perfecta anatomía que lo compone, cada uno de los tejidos que se integran y entremezclan para dar vida a cada parte, se encuentran en constante movimiento. Analizándolo y llevándolo un poco más a nuestro día a día, todos habremos escuchado alguna vez frases como “ perdió mucho peso de estar en la cama” o “ me duele la espalda de estar sentado”. El sedentarismo en el siglo XXI, por diversos motivos, se ha convertido en una de las principales causas de enfermedad, no directamente, pero acarreando grandes problemas a cuerpos que están hechos para moverse.

En este artículo queríamos acercar un poco los beneficios del ejercicio a nuestra salud, pero no solo al bienestar físico como estamos cansados de escuchar, sino sus beneficios a nivel psicológico, cómo nos afecta en nuestra percepción de nosotros mismos y al estrés al que sobrevivimos a diario.

El ejercicio no solo puede ser beneficioso para patologías médicas como los trastornos cardiovasculares, la apnea obstructiva del sueño, la diabetes, las enfermedades reumáticas, etc., sino también como un elemento fundamental en la promoción de las emociones positivas en la población general sana. Según diversos estudios consultados, un sujeto que realice regularmente ejercicio físico se percibe mas saludable, con un nivel menor de estrés y un mejor estado de ánimo. Este cambio en el estado de ánimo se refleja en el hecho de que el paciente presenta menores niveles de tristeza, fatiga muscular y un mayor vigor.

Existen gran cantidad de estudios que avalan estos resultados, siendo un arma eficaz el ejercicio físico en la mejora de muchas patologías normalmente condenadas a un tratamiento farmacológico constante, como la mejora la salud subjetiva, el estado de ánimo y la emotividad (Biddle, Fox y Boutcher, 2000), la depresión clínica (Lawlor y Hopker, 2001), ansiedad (Akandere y Tekin, 2005), estrés (Holmes, 1993), y la baja autoestima (McAuley, Mihalko y Bane, 1997), etc.

 

¿Cómo y cuánto ejercicio físico realizar para mejorar estas características?

 En trastornos de ansiedad, el American College of Sports Medicine (ACSM) (1999) recomienda que se practique ejercicio físico entre 3-5 días por semana para conseguir mejoras significativas al cabo de 10 semanas, así como podría realizarse solo durante 5 semanas para obtener beneficios en algunos trastornos depresivos.

Las sesiones deben de ser de entre 20 y 60 minutos, ya que una duración menor a 90 minutos semanales no consigue efectos beneficiosos sobre la salud percibida, el estrés y los estados afectivos.

Tanto el ejercicio aeróbico de baja intensidad y largo tiempo (correr lento, caminar…) y largo tiempo como el anaeróbico de alta intensidad y bajo tiempo (entrenamiento de fuerza) son adecuados. Sin embargo, en personas con trastornos de ansiedad, no son recomendables los deportes en los cuales se precise de una gran concentración, ya que dicha tensión podría aumentar este estado de estrés (tenis de mesa, padel…).

Por ejemplo, distintos autores demostraron que en los adultos de mayor edad (65-79 años) el hecho de pasear diariamente predecía niveles bajos de síntomas depresivos en los dos años siguientes a dicha práctica.

Con todo esto podemos concluir en que, el ejercicio físico regular es la opción más simple y rentable para mejorar la salud. A mayor práctica de actividad física y ejercicio físico, se tiene una menor percepción de estrés. En este sentido, distintos estudios han demostrado que las personas físicamente activas padecen menos enfermedades y tienen una incidencia de afecciones cardíacas, oncológicas y otras enfermedades crónicas significativamente menor que aquellas con hábitos de vida sedentarios.

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