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DESESCALADA

Ante la nueva situación que acontece durante esta pandemia, la denominada  desescalada, queremos aportar nuestro granito de arena para intentar que os resulte lo más llevadera posible.

En primer lugar queremos recordaros que sabemos adaptarnos. Ha quedado demostrado en estos días atrás de confinamiento que hemos sido capaces de adoptar nuevas rutinas, de aprender de las nuevas tecnologías, de compatibilizar trabajo y cuidado de niños, de practicar ejercicio en casa y sin material deportivo, etc. En definitiva, ha quedado demostrada nuestra capacidad de adaptación ante situaciones muy difíciles e imprevisibles.

Por lo tanto, es lógico pensar que en esta nueva situación de desescalada también seremos capaces de hacerlo.

No obstante, hay que reconocer que, por norma general, adaptarnos a nuevas situaciones es algo que suele resultarnos complejo. Como habréis oído muchas veces, nos cuesta salir de nuestra zona de confort. Esto es así porque la situaciones nuevas siempre conllevan consigo cambios y los cambios se nos resisten muchas veces a nivel mental. Solemos estar más cómodos con lo que conocemos, con lo que estamos habituados y nos sentimos seguros.

Pues bien, ¿qué ocurriría si nuestra casa se ha convertido en nuestra nueva zona de confort y nos sentimos inseguros con esta desescalada?

Seguro que a muchos de vosotros no os pasa. Pero es importante validar y entender a aquellos/as a los que sí les ocurra. Hay que comprender que estas situaciones como permanecer en casa, usar guantes y mascarillas, evitar contacto físico con otras personas, etc. han protegido y asegurado nuestra supervivencia en todos estos días tan difíciles. Por lo que volver al trabajo, acudir a citas médicas, recibir visitas o incluso salir a pasear fuera  puede resultarnos muy costoso.

Si hablamos concretamente sobre el miedo al contagio, a enfermar y/o morir, éste puede exacerbarse si además somos personas de riesgo, personas mayores, hemos estado aislados o si vivimos solos… Incluso, aun no perteneciendo a esta tipología de personas, podemos experimentar este temor.

Además, según hemos visto en redes sociales y medios de comunicación, hay mucha gente en la calle y sin las medidas de protección necesarias. Por lo que estos miedos a salir de casa pueden incrementarse.

También hemos oído hablar en estos medios sobre el síndrome de la cabaña.  Según lo han descrito otros profesionales consiste en la experimentación de malestar y sensaciones desagradables ante el hecho de tener que salir a la calle. Y sus síntomas son: anticipación, miedo, ansiedad, pánico, sudores, inquietud, que se pueden confundir o sumar con otras emociones o sensaciones propiciadas por el hecho de estar confinados: ansiedad, letargo, ánimo bajo, falta de concentración, pereza, etc.

En fin, que todo ello puede conducir a que prefiramos continuar aislados en casa y rechacemos salir a la calle.

Pues bien, aun reconociendo el bienestar y la comodidad que podemos sentir al permanecer casa, es necesario que también seamos conscientes de que lo normal es que necesitemos tomar el aire y volver poco a poco a la rutina. Romper con esa confortable dinámica casera es posible y útil, porque sabemos que no podemos estar confinados para siempre. Y, para superarlo, queremos validar las medidas que ha venido proponiendo el gobierno: que haya una desescalada, que ocurra progresivamente, que no forcemos y vayamos poco a poco.

Hay que aceptar que el riesgo es real, pero que podemos protegernos frente a él. También asumíamos riesgos al salir a la calle antes de esta situación, y no por ello habíamos dejado de hacerlo anteriormente. Podemos empezar a salir cerca de casa y durante poco tiempo e ir aumentando el recorrido y la duración en la medida en que nos vayamos encontrando más seguros. Como hemos explicado antes, nuestro cerebro es resistente a los cambios, si lo ayudamos a que se adapte poco a poco opondrá menos resistencia, pues se irán desvaneciendo los miedos que presentaba.

Habrá personas que, lejos o no de padecer este síndrome, no salgan tanto de casa porque así lo eligen: están muy ocupados, tienen mucho espacio al aire libre en casa, su rutina no se ha visto modificada sustancialmente por el confinamiento (por ejemplo, un/a opositor/a) y no salen mucho de casa, pero cuando lo hacen no experimentan las sensaciones descritas con anterioridad. Habrá otras personas, más jóvenes, que lo que quieran conseguir saliendo a la calle es estar en contacto con sus amigos, algo que ahora mismo no se permite, por lo que pueden mostrarse también reacios a hacerlo. Otras cuya razón principal sea la pereza, asumiendo esta situación como la de una vuelta de vacaciones y se resistan a reanudar las actividades habituales.

Por ello, es muy importante identificar si nuestra actitud procede o no de la elección propia. Si elegimos salir, o tenemos que hacerlo por motivos laborales, y experimentamos esas sensaciones, tendríamos que aceptarlo, validarlo e intentar seguir con la propuesta antes mencionada, esperando que poco a poco ese rechazo a salir se vaya desvaneciendo, ya que si nos quedamos en casa vamos a conseguir que ese miedo se engrandezca. Por otro lado, si éste no remite o nos encontramos ante una situación en la que se hayan empeorado patologías previas o latentes como agorafobia, hipocondría o ansiedad generalizada o cualquier otro trastorno de ansiedad, siempre sería imprescindible la ayuda profesional.

Por último, os resumimos algunas pautas para adaptarnos mejor a esta nueva situación, que además, no son muy diferentes de las que ya propusimos para el confinamiento, pues se trata de otro cambio más que vamos a asumir. Son:

  • Continuar con nuestros hábitos de alimentación y sueño, siempre que éstos no entorpezcan la nueva realidad que vivimos. Si es así, readaptarlos aún más a la realidad previa al confinamiento para ir acomodándonos poco a poco a la normalidad.
  • Crear nuevas rutinas, en las que ahora incluyamos el trabajo, los paseos o el ejercicio al aire libre.
  • Pensar en cómo mejora nuestra vida personal y profesional con la nueva adaptación.
  • Ponérnoslo fácil. Es decir, no exigirnos más de lo que podamos en cada momento. Acercarnos paulatinamente al cambio definitivo, si es necesario y enfrentar nuestros miedos por separado y siempre tomando todas las medidas de protección necesarias.
  • Y, por último, aceptar lo que no depende de nosotros y aprender a convivir con la incertidumbre.

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